Conduciendo una camioneta robada sin apenas alcanzar los pedales, con un codo apoyado en la ventanilla y fumando un cigarro. Así salió Miguelito de Ciudad de México dirección a Tijuana. Cuando llegó lo primero que hizo fue pedir fuego para su cigarro, pero nadie le hizo ni caso. ¿Quién le iba a dar fuego a un niño?
Así empezó la aventura en solitario de Miguelito donde, ya en el norte de México, se tuvo que hacer mayor antes de tiempo. Aprendió a cocinar los tacos y chilaquiles con maestría mexicana, se ganó el sobrenombre de “Chamako” y conquisto los paladares tanto de los locales como de los gringos con sus sabores imposibles.
Y así fue como este Chamako, criado entre demonios y borrachos, de país en país y con ingredientes de todo el mundo, consiguió crear la mejora mandanga que nadie jamás se atrevió a poner sobre un taco, acompañada de los tragos más cabrones del planeta.
Todo esto acompañado de los mejores cócteles internacionales aprendidos en los barrios más bajos de cada ciudad. Jugos de sabores y aromas únicos que consiguió crear a partir de aquello que podía robar de los restaurantes donde trabajaba y con los consejos de los más expertos catadores de destilados: los borrachos de los callejones. Esos hijos de la chingada y los diablos han sido sus maestros para sus recetas más chingonas.
Viajar de país en país le ha dado a Chamako la posibilidad de conocer otras las culturas y gastronomías, nutriendo así sus recetas y sus tacos.
Su México natal le dio la base de lo que sería su especialidad: una pequeña tortilla de maíz y su maestría para rellenarla de los mejores ingredientes locales. Pero fue viajando cuándo realmente descubrió que sus tacos debían ser distintos. Fusionando ingredientes y técnicas de Sudamérica con productos y fórmulas asiáticas, consiguió las recetas perfectas para conquistar los paladares de todo el mundo.
Todo esto acompañado de los mejores cócteles internacionales aprendidos en los barrios más bajos de cada ciudad. Jugos de sabores y aromas únicos que consiguió crear a partir de aquello que podía robar de los restaurantes donde trabajaba y con los consejos de los más expertos catadores de destilados: los borrachos de los callejones. Esos hijos de la chingada y los diablos han sido sus maestros para sus recetas más chingonas.
Conduciendo una camioneta robada sin apenas alcanzar los pedales, con un codo apoyado en la ventanilla y fumando un cigarro. Así salió Miguelito de Ciudad de México dirección a Tijuana. Cuando llegó lo primero que hizo fue pedir fuego para su cigarro, pero nadie le hizo ni caso. ¿Quién le iba a dar fuego a un niño?
Así empezó la aventura en solitario de Miguelito donde, ya en el norte de México, se tuvo que hacer mayor antes de tiempo. Aprendió a cocinar los tacos y chilaquiles con maestría mexicana, se ganó el sobrenombre de “Chamako” y conquisto los paladares tanto de los locales como de los gringos con sus sabores imposibles.
Y así fue como este Chamako, criado entre demonios y borrachos, de país en país y con ingredientes de todo el mundo, consiguió crear la mejora mandanga que nadie jamás se atrevió a poner sobre un taco, acompañada de los tragos más cabrones del planeta.
Todo esto acompañado de los mejores cócteles internacionales aprendidos en los barrios más bajos de cada ciudad. Jugos de sabores y aromas únicos que consiguió crear a partir de aquello que podía robar de los restaurantes donde trabajaba y con los consejos de los más expertos catadores de destilados: los borrachos de los callejones. Esos hijos de la chingada y los diablos han sido sus maestros para sus recetas más chingonas.
Viajar de país en país le ha dado a Chamako la posibilidad de conocer otras las culturas y gastronomías, nutriendo así sus recetas y sus tacos.
Su México natal le dio la base de lo que sería su especialidad: una pequeña tortilla de maíz y su maestría para rellenarla de los mejores ingredientes locales. Pero fue viajando cuándo realmente descubrió que sus tacos debían ser distintos. Fusionando ingredientes y técnicas de Sudamérica con productos y fórmulas asiáticas, consiguió las recetas perfectas para conquistar los paladares de todo el mundo.
Todo esto acompañado de los mejores cócteles internacionales aprendidos en los barrios más bajos de cada ciudad. Jugos de sabores y aromas únicos que consiguió crear a partir de aquello que podía robar de los restaurantes donde trabajaba y con los consejos de los más expertos catadores de destilados: los borrachos de los callejones. Esos hijos de la chingada y los diablos han sido sus maestros para sus recetas más chingonas.
Conduciendo una camioneta robada sin apenas alcanzar los pedales, con un codo apoyado en la ventanilla y fumando un cigarro. Así salió Miguelito de Ciudad de México dirección a Tijuana. Cuando llegó lo primero que hizo fue pedir fuego para su cigarro, pero nadie le hizo ni caso. ¿Quién le iba a dar fuego a un niño?
Así empezó la aventura en solitario de Miguelito donde, ya en el norte de México, se tuvo que hacer mayor antes de tiempo. Aprendió a cocinar los tacos y chilaquiles con maestría mexicana, se ganó el sobrenombre de “Chamako” y conquisto los paladares tanto de los locales como de los gringos con sus sabores imposibles.
Y así fue como este Chamako, criado entre demonios y borrachos, de país en país y con ingredientes de todo el mundo, consiguió crear la mejora mandanga que nadie jamás se atrevió a poner sobre un taco, acompañada de los tragos más cabrones del planeta.
Viajar de país en país le ha dado a Chamako la posibilidad de conocer otras las culturas y gastronomías, nutriendo así sus recetas y sus tacos.
Su México natal le dio la base de lo que sería su especialidad: una pequeña tortilla de maíz y su maestría para rellenarla de los mejores ingredientes locales. Pero fue viajando cuándo realmente descubrió que sus tacos debían ser distintos. Fusionando ingredientes y técnicas de Sudamérica con productos y fórmulas asiáticas, consiguió las recetas perfectas para conquistar los paladares de todo el mundo.
Todo esto acompañado de los mejores cócteles internacionales aprendidos en los barrios más bajos de cada ciudad. Jugos de sabores y aromas únicos que consiguió crear a partir de aquello que podía robar de los restaurantes donde trabajaba y con los consejos de los más expertos catadores de destilados: los borrachos de los callejones. Esos hijos de la chingada y los diablos han sido sus maestros para sus recetas más chingonas.
«>Chamako viene dispuesto a revolucionar las noches de la ciudad, ofreciendo los tacos más cabrones con la mejor mandanga que jamás hayas probado encima de una tortilla, acompañados de los tragos más traviesos. La mercancía más peligrosamente adictiva la tenemos nosotros.
Criarse entre diablos y borrachos no solo le hizo aprender a cocinar como los dioses, también le llevó a inventar los tragos más traviesos jamás creados. Creó los cócteles a partir de los licores y otros ingredientes que podía robar de las cocinas donde trabajaba y el resultado es… bueno, ven y júzgalo tú mismo. Déjate sorprender, Chamako sabe cómo hacer que tus noches empiecen de la mejor manera.
Si «cabrón» o «pinche puto» son tus tacos favoritos es porque todavía no conoces Chamako.
Te esperamos en nuestro antro del Poble Sec.
C/Margarit, 18, Barcelona
@chamako.bar
Llama aquí si quieres mandanga de la buena:
935 29 34 88
(no es mi camello)
Si «cabrón» o «pinche puto» son tus tacos favoritos es porque todavía no conoces Chamako.
Te esperamos en nuestro antro del Poble Sec.
C/Margarit, 18, Barcelona
@chamako.bar
Llama aquí si quieres mandanga de la buena:
935 29 34 88
(no es mi camello)